Pecados Respetables: La Ingratitud
Lucas registra una ocasión en la que Jesús se encontró con diez leprosos. Véase Lucas 17:13-19. Cuando leemos esta historia pensamos: ¿Cómo pudieron aquellos nueve hombres ser tan malagradecidos y no volver a darle gracias a Jesús? Sin embargo, muchos de nosotros somos culpables del mismo pecado de ingratitud.
Espiritualmente hablando, nuestra enfermedad era mucho peor que la enfermedad física de la lepra. No estábamos enfermos; estábamos muertos espiritualmente. Pero en su gran misericordia y amor, Dios nos atrajo hacia sí mismo y nos dio vida espiritual (Ef. 2:1-5). Además, perdonó nuestros pecados a través de la muerte de su Hijo y nos cubrió con la justicia impecable del mismo Jesucristo.
El hecho de haber recibido la vida espiritual de Jesús es un milagro mucho más grande y sus beneficios son infinitamente mayores que haber sido sanados de la lepra. No obstante, ¿cuántas veces hemos dado gracias por nuestra salvación?
Y si ha dado gracias, ¿lo hizo de manera superficial, como cuando mucha gente agradece por los alimentos, o fue una expresión sincera de gratitud por lo que Dios hizo a favor suyo en Cristo?
La verdad es que toda nuestra vida debería ser una constante acción de gracias. “ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” Hechos 17:25.
Todo lo que somos y tenemos es un don de él.
Necesitamos estar atentos a la advertencia que Dios hizo a los Israelitas (Deut. 8:11-14, 17, 18).
La mayoría de la gente [espiritual] reconoce que todo lo que posee proviene de Dios, pero, ¿cuán a menudo hace una pausa para agradecérselo?
Uno de los pecados “aceptables” es no agradecer a Dios la provisión temporal y las bendiciones espirituales que nos ha prodigado ricamente, porque damos por hecho que las merecemos. Es más, demasiados cristianos no pensarían que este es un pecado. Sin embargo, Pablo describe a la persona controlada por el Espíritu y dice: “dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 5:20).
Dar gracias al Creador por Sus bendiciones físicas y espirituales no es sólo algo amable que hacemos, sino que es la voluntad moral de Dios. Si no le damos a él lo que merece, entonces pecamos.
La vida está llena de eventos que nos retrasan, nos importunan, obstruyen y bloquean alguno de nuestros planes. En medio de ellos, debemos luchar contra la ansiedad y frustración. Pero cuando Dios nos da la salida, o cuando vemos su mano librándonos de la posibilidad de un evento parecido, debemos tomar un tiempo especial para agradecérselo.
¿En Todas Las Circunstancias?
¿Debemos dar gracias a Dios cuando las circunstancias no resulten como nosotros esperábamos?
La respuesta es si por diferentes razones (1 Tes. 5:18). Pablo nos instruye a dar gracias EN toda circunstancia, aun por las que no sentimos gratitud. ¿Nos está pidiendo Pablo que demos gracias obligadamente y sólo por la fuerza de voluntad cuando nos sentimos realmente decepcionados?
La respuesta a la pregunta radica en las promesas divinas que encontramos en Romanos 8:28-29 y 38-39.
Pablo está diciendo que el Señor quiere que todas nuestras circunstancias, sean buenas o sean malas (pero en el contexto que Pablo tiene en mente, está hablando específicamente de las malas), sean un instrumento de santificación para hacernos crecer más y más a la semejanza de Jesús. Así que en situaciones que no resultan de la manera que esperamos, debemos darle gracias a Dios porque él usará esa situación de alguna manera para desarrollar en nosotros el carácter cristiano.
En resumen, debemos tratar de desarrollar el hábito de dar gracias a Dios constantemente. Pero por sobre todas cosas, debemos agradecerle nuestra salvación y las oportunidades que tenemos para crecer espiritualmente y ministrar.
Asimismo, debemos darle gracias por la abundancia de bendiciones materiales que nos provee. Y luego, cuando las circunstancias se tornan amargas y las cosas no resulten como hubiéramos querido, debemos hacerlo por fe, por lo que él está haciendo a través de las circunstancias para transformarnos a la imagen de su Hijo.
“Cuando muere la gratitud sobre el altar del corazón del hombre, aquel es casi sin esperanza” Bob Jones
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