¡¡¡¡SOY
REFORMADO!!!!
Diré
por qué yo lo soy; tal vez ello sirva como respuesta a la pregunta más general:
- ¿Por qué ser reformado?
¡Porque es verdad!
En estos tiempos posmodernos en los que lo que
prima es lo que se siente, hay que decir en voz alta que si algo no es verdad,
no vale para nada. Si no es verdad, no me interesa. Si yo creyese que el
cristianismo no era verdad, no sería cristiano, aunque el serlo me hiciera
sentirme muy feliz. Y es lo mismo con el ser reformado. Yo no era reformado;
era, de forma inconsciente pero muy clara, anti-reformado. Me sabía todos los
argumentos en contra de las ideas reformadas, aunque fuera sin haber oído jamás
la palabra "reformado". Pero al seguir leyendo, escuchando,
estudiando y orando, llegué a conocer, a entender y a creer "las doctrinas
de la gracia", y, no sin cierta lucha, me postré ante el Dios soberano con
lágrimas de gozo. No pude resistir lo que me parecía clarísimamente la pura
verdad de la Palabra de Dios. Decidí someter mi falta de entendimiento, mi
resistente voluntad y mi vida a partir de entonces, a lo que vi que decía y
enseñaba Dios en su Palabra.
- ¿Por qué ser reformado?
¡Porque exalta a Dios!
Una manera de entender la Biblia que humilla al
hombre y exalta a Dios me parece irresistiblemente convincente. No es eso lo
que el hombre por sí solo hubiera diseñado y servido; ¡es algo anti-natural!
Para mí, la manera reformada de entender la teología bíblica hace eso: humilla
al hombre, y exalta a Dios. Afirma de forma innegociable la soberanía absoluta
de Dios en todo: en la Creación; en la Providencia; en la Salvación; en la
Consumación; en todo. Y cuando el hombre, a fin de cuentas solo un orgulloso trozo
de barro, se atreve a dirigir sus mejores argumentos contra el divino Alfarero,
se encuentra respuestas tan poco satisfactorias como incontestables, como:
"Dios lo hizo así porque quiso, y punto"; "Dios lo hizo así para
su propia gloria"; y: "¿Quién eres tú para que alterques con
Dios?"
- ¿Por qué ser reformado?
¡Porque exalta a Cristo!
Hay dos maneras de que se predica el evangelio:
una de ellas pretende decirnos que el Hijo de Dios encarnado no salvó a nadie;
solo hizo posible la salvación de todo el mundo; derramó su sangre por los
millones de condenados al infierno - ¡poco consiguió su sangre en el caso de
ellos!; y presentan a un pobre Jesús que hizo todo lo que pudo, pero que,
vamos, el factor determinante no está en sus manos, sino en las de cada muerto
espiritual; y la otra manera de predicar el evangelio es presentando a un
Cristo que realmente vino para salvar y salvó; un Cristo no impotente, llamando
al corazón del pecador, sino todopoderoso, abriendo, vivificando, transformando
el duro corazón humano. A mí me parece que esta segunda manera de enfocarlo
exalta más al Señor Jesucristo.
- ¿Por qué ser reformado?
¡Porque satisface!
Estoy seguro de que un "sistema"
bíblico-teológico sin problemas y que satisfaga plenamente no existe, ni va a
existir a este lado de la gloria; y creo que todo el mundo sabe que en la
Biblia hay aparentes contradicciones, diferencias de perspectiva y de énfasis,
y tensiones entre dos o más principios que parecen casi incompatibles. Pero en
mi experiencia, el "sistema" reformado es el que menos problemas
tiene o crea, y el que mejor explica la Biblia como un todo.
- ¿Por qué ser reformado?
¡Por la nube de testigos!
Es triste, pero desde la superficial
perspectiva del cristianismo evangélico de hoy, centrado en sí mismo y con poco
interés en el pasado - o sea, en las raíces - del pueblo de Dios, la
"versión" reformada es la que parece rara, increíble y tan
minoritaria como para parecer de un sector de la iglesia extremista, sectario y
herético. Pero los que saben por lo menos un poco sobre la historia de la
iglesia, saben que desde el gran despertar que fue la Reforma protestante del
siglo XVI y hasta muy entrado el siglo XVIII esa "versión" reformada
fue "la normal" y una que produjo todo un ejército de predicadores,
pastores, misioneros y teólogos cuya estatura, a mi entender, todavía no se ha
superado; y todas esas otras "versiones" que hoy nos parecen tan
"normales" son relativamente jóvenes. Es más, ¡me atrevería a decir
que la inmensa mayoría de los cristianos evangélicos hoy día comparten, pero
sin darse cuenta de ello, el semi-pelagianismo de la Iglesia Católica Romana,
tan eficazmente criticado y herido de muerte por Agustín de Hipona hace nada
menos que mil seiscientos años! De acuerdo, lo que importa es la enseñanza de
la Biblia, nuestra única fuente de autoridad absoluta, y aun la mayoría puede
estar equivocada. Pero si creemos que la teología bíblica ha de hacerse dentro
de la comunidad de la fe, tampoco debemos descartar casi sin más a uno de los
sectores de la iglesia cristiana que a lo largo de los siglos más ha aportado
al bienestar de la iglesia y a la defensa y proclamación del evangelio: a
saber, el sector reformado.
¿Por qué ser reformado? Estas son algunas de
las razones que hay; habrá otras, y seguramente tan buenas o mejores. Y
seguramente habrá también no pocas razones para no ser reformado, y entre estas
los errores, pecados, incoherencias y orgullo teológico de no pocos cristianos
reformados. Todo esto nos lleva hacia una doble llamada: a todos los cristianos
reformados, que examinemos y corrijamos el flaco favor que no pocas veces hemos
hecho y hacemos a nuestra propia causa; y a todos los cristianos todavía no
reformados, que hagan un mayor esfuerzo por entender y saber valorar en su
justa medida la aportación que pueda hacer a la causa de Cristo tanto el
pensamiento como el pueblo reformado.
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