Nuestra búsqueda de avivamiento debe estar siempre basada en la oración, ya que en ella reconocemos a Dios no solamente como la fuente de avivamiento sino también como Dios soberano; Él es quien está en los cielos y procede como quiere (Sal. 115:3). Un avivamiento no es algo que lo puedan producir ni la voluntad ni las manos humanas; es algo que solamente Dios puede proveer de acuerdo a su propia buena voluntad.