15 abril, 2016

Comentario de 1 Timoteo 1:5



El hecho de que este Salvador divinamente ungido haya venido al mundo indica no solamente un puro cambio de posición, un “descenso” de un lugar a otro (del cielo a la tierra), sino un cambio de estado y de entorno espiritual y moral. Por eso implica el supremo sacrificio, la culminación de la gracia condescendiente. Cristo estuvo dispuesto a descender desde el alcance infinito del eterno deleite en la presencia misma de su Padre a profundidades cada vez mayores en la esfera del pecado y la miseria. (La “venida al mundo” incluye la encarnación, los sufrimientos, la muerte). En el original, la palabra pecadores sigue inmediatamente a la palabra mundo; de aquí que no debiera ser como la mayoría de las versiones tienen “… vino al mundo a salvar pecadores”, sino …
“vino al mundo pecadores a salvar”. La yuxtaposición de mundo y pecadores muestra que mundo es un concepto ético. El Señor de gloria, tan puro y santo que en su presencia aun los más consagrados de los hombres caen como muertos (Ap. 1:17; cf. Is. 6:1–5), entró voluntariamente en la esfera a la cual parece no
pertenecer, a saber, la esfera en la cual reina la maldición. La razón para su entrada en este reino de pecado se da en las palabras “pecadores a salvar”. Esto muestra que la paradójica venida, después de todo, estaba plenamente justificada y gloriosamente motivada.
Se necesitó a un ex fariseo para que le pusiera un sentido completo y terrible a la palabra pecadores.
Desde el punto de vista de los fariseos, aun comer con los pecadores era un escándalo (Mr. 2:16; Lc. 5:30; 15:1, 2). Se suponía que un profeta no podía tener ningún tipo de contacto con un pecador (7:39, una pecadora). Cuando los fariseos querían amontonar insultos sobre Jesús lo llamaban “comilón, bebedor de vino, amigo de (publícanos) y pecadores” (Lc. 7:34). Dividían la humanidad en dos grupos: “los justos”, que era sinónimo de “nosotros mismos” para ellos, y los “pecadores”, esto es, “los demás”, “la
chusma”, “la hez”, “la gente de la tierra”, “los que no conocen la ley”. El Espíritu Santo por medio de Pablo toma este oprobioso epíteto, “pecadores”, y lo aplica a todas las personas que por el uso adecuado de la ley quedan bajo convicción. Cristo Jesús vino por ellos, solamente por ellos (Mt. 9:13; Lc. 15:7; 19:10) 

"Venid, pecadores, pobres y necesitados débiles y quebrantados, enfermos y llagados; a salvaros Jesús está ya presto, lleno de amor, piedad y poder; El puede, él puede, no lo dudes, él quiere. El puede, él puede, no lo dudes, él quiere.
Venid, cargados y trabajados, por la caída golpeados, destrozados; si esperáis hasta ser mejores, nunca vendréis, jamás podréis; no a los justos, no a los justos sino a los pecadores vino Jesús no a los justos, no a los justos sino a los pecadores vino Jesús”.
(Joseph Hart)

Si los de Efeso, que estaban usando ilegítimamente la ley, iban a ser salvos alguna vez, tendrían que experimentar un cambio fundamental. Estos “justos” tenían que llegar a ser pecadores delante de Dios.
Así se ve que el v. 15 está en estrecha conexión con todo lo precedente, no sólo con los vv. 12–14 sino también con los vv. 3–11.
Si Cristo Jesús vino al mundo fue, para salvar pecadores. No vino a ayudarles a que se salven, ni a inducirlos a que se salven a sí mismos, ni siquiera a darles la capacidad de salvarse a sí mismos. El vino a salvarlos.
En los escritos de Pablo la expresión salvar significa:

NEGATIVAMENTE:
rescatar a los hombres de sus pecados:
a. la culpa (Ef. 1:7; Col. 1:14)
b. la esclavitud (Ro. 7:24, 25; Gá. 5:1) y
c. el castigo: (1) separación de Dios (Ef. 2:12); (2) la ira de Dios (Ef. 2:3) y (3) muerte eterna (Ef. 2:5, 6)

POSITIVAMENTE:
conducir a los hombres al estado de:
a. justicia (Ro. 3:21–26; 5:1)
b. libertad (Gá. 5:1; 2 Co. 3:17) y
c. bienaventuranza: (1) comunión con Dios (Ef. 2:13); (2) el amor de Dios “derramado” en el corazón (Ro. 5:5) y (3) vida eterna (Ef. 2:1, 5; Col. 3:1–4).

Nótese que a cada mal corresponde una bendición. Entonces ser salvo significa ser emancipado del mayor de los males, y ser puesto en la posesión del mayor de los bienes. El estado de salvación es opuesto al estado de “muerte” o de “perdición”. Cf. Lc. 19:10; Jn. 3:16.

Extracto del comentario al Nuevo Testamento 1 Timoteo de William Hendriksen
Arreglos: Johannes Chavez

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