Pecados Respetables: Las Consecuencias de la Ira
Necesitamos profundizar un poco más en el tema de la ira y sus terribles consecuencias. Tendemos a pensar que la ira se da en episodios, que nos enojamos y luego se nos pasa. En ocasiones nos disculpamos con la persona objeto de nuestra ira y en otras no. Pero de alguna manera, el ofendido, con disculpas a no, se sobrepone a su reacción defensiva, ya sea que haya sido una manifestación externa o un resentimiento interno, y la vida sigue su curso. La relación se ha visto afectada, pero no interrumpida. Esta no es una manera agradable de vivir con otros, pero es tolerable. Así es como demasiados creyentes ven el pecado de la ira. Han llegado a aceptarla como parte de su vida.
Sin embargo, la Biblia no es tan ligera cuando trata de la ira. Es más, dice que la erradiquemos en Efesios 4:31 y Colosenses 3:8. Es claro que la ira no es una buena compañía. Por lo general se le asocia con los que consideraríamos pecados graves y, de hecho, es causa de algunos de ellos.
En este estudio vamos a ver algunas consecuencias de largo plazo de la ira a las cuales he llamado las “malas hierbas de la ira”. Escogí de manera deliberada la frase malas hierbas porque generalmente es algo que queremos erradicar. Las malas hierbas de la ira no son benignas, sino dañinas. ¿Cuáles son algunas malas hierbas que provienen de la ira no resuelta?
El Resentimiento: Surge cuando nos aferramos a la ira. Por lo general,es algo que se internaliza y crece en el corazón de quien ha sido maltratado de alguna manera y que se cree incapaz de hacer algo al respecto. Es más difícil resolver el resentimiento que la ira expresada externamente, porque la persona continúa sin resolver las heridas y resintiendo el mal trato.
La Amargura: es el resentimiento que ha crecido hasta convertirse en una animosidad persistente. Podría suceder que el resentimiento se disipara con el tiempo, pero la amargura continúa creciendo, empeorando y desarrollando un mayor grado de dolor. Generalmente es la reacción de largo plazo de un mal real o percibido porque el enojo inicial no se resolvió.
La Enemistad y la hostilidad: básicamente son sinónimos y denotan un nivel más alto de dolor y animosidad de la amargura.Mientras que esta se puede disfrazar con un comportamiento civilizado, la enemistad y la hostilidad por lo general se expresan abiertamente, ya que se busca denigrar o hablar con maldad del objeto del odio. Es más, la amargura puede quedar guardada en el corazón, pero la enemistad y la hostilidad por lo general diseminan en veneno por doquiera e involucran a otras personas.
El Rencor: para explicar cuán profunda es la animosidad y la mala voluntad que implican estas palabras, en dos pasajes de Génesis (27:41; 50:15), la Biblia usa el término aborrecer en vez de rencor. En cada instante de su mención, la palabra se asocia con vengarse del objeto del odio. Quizá en la actualidad no asociamos el odio con planear matar a alguien. Sin embargo, muchas veces la gente sí planifica, aunque sólo sea mentalmente, maneras de desquitarse de la persona que odia. Por eso, Pablo pensó que era necesario escribir esta exhortación de Romanos 12:19-21.
La Contienda: describe el conflicto abierto o animadversión entre partidos, es decir, entre grupos opositores y no tanto entre individuos. Por eso hablamos de “pleitos de iglesia” o “rencores familiares”. Con frecuencia sucede entre cristianos que se creen muy justos y que nunca consideran la posibilidad de que sus actitudes o palabras altisonantes contribuyan a una contienda. Según su forma de pensar, el partido rival es el que siempre está mal y el que provoca la contención.
Las descripciones anteriores de las nocivas “malas hierbas de la ira” no tienen como propósito ser sólo definiciones de un diccionario. Lo que quiero es que veamos que cuando la ira no se resuelve, es pecaminosa y muy peligrosa espiritualmente hablando. Si repasa todas las hierbas que ella produce, verá que provoca una escalada de disensiones y sentimientos negativos. La ira nunca es estática. Si no se resuelve, se convertirá en resentimiento, amargura, hostilidad y odio que inducirán a la venganza. No nos sorprende que Pablo haya dicho “No se ponga el sol sobre vuestro enojo” Ef. 4:26.
No hay comentarios:
Publicar un comentario