08 abril, 2016

Y de aquí, ¿a dónde vamos?

Pecados Respetables: Y de aquí, ¿a dónde vamos?




Si usted me ha acompañado hasta aquí, se habrá dado cuenta de que hemos trabajado temas bastante difíciles. Vimos en detalle muchos de los pecados sutiles que toleramos en nuestra vida. Quizá por momentos esta lectura fue dolorosa. Espero que así haya sido porque eso significa que usted ha sido lo suficientemente honesto y humilde como para aceptar que hay algunos de esos pecados en su propia vida. Eso nos da esperanza. Recuerde 1 Pedro 5:5, “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”

Las primeras declaraciones del Sermón del Monte (Mateo 5:1-7) deben animarnos. Los pobres en espíritu y los que lloran son los que están conscientes de su pecaminosidad. Gracias a ello, son mansos y humildes en sus actitudes y acciones hacia los demás, y tienen hambre y sed de la justicia que todavía no alcanzan. Toda su actitud es lo opuesto a la persona orgullosa, moralmente superior y justa en su propia opinión. Sin embargo, Jesús dijo que ellos (los que NO son orgullosos) son bienaventurados.


Al narrar sus parábolas, el Señor Jesús creó personajes para dar énfasis a sus enseñanzas de manera que sus oyentes se sintieran impelidos a hacer algo. Considere la parábola del fariseo y el recolector de impuestos que oraban en el templo (Lucas 18:9-14). 
A los ojos de los judíos, no podía haber mayor contraste entre un fariseo y un odiado recaudador de impuestos. Necesitamos ser honestos y humildes y admitir los pecados sutiles que cometemos para experimentar el amor que proviene del perdón de esos pecados. Pero también debemos enfrentarlos y resolverlos.  El peor de los pecados, en términos prácticos, es negar que esos pecados sutiles existan en nuestra vida. El primer paso para lidiar con cualquier de los pecados mencionados es reconocerlos y arrepentirnos de nuestra actitud. Más bien, para utilizar la terminología de Pablo, “haced morir” esos pecados sutiles (Romanos 8:13; Colosenses 3:5).

Aquí hay una lista de los pecados sutiles de los que hemos hablado:

  • Impiedad
  • Ansiedad y Frustración
  • Falta de Contentamiento
  • La Ingratitud
  • El Orgullo
  • El Egoísmo
  • La Falta de Dominio Propio
  • Impaciencia e Irritabilidad
  • La Ira
  • Las Consecuencias de la Ira
  • El juzgar a los demás
  • Envidia, Celos y pecados similares
  • Los pecados de la lengua
  • La mundanalidad
Al repasar esta lista, continúe pidiéndole a Dios que abra sus ojos al pecado que ha estado tolerando o que se ha negado a reconocer pero que está presente en su vida. No hay sustituto alguno para la humildad y la confesión sincera de pecado, pues este es el primer paso para enfrentarlo.
¿Ha pedido a otras personas que evalúen si hay pecados sutiles en su vida? Si no lo ha hecho, este sería un buen momento para hacerlo. Aparte tiempo para estar con su cónyuge, hermano, o un buen amigo. Pídale que le hable con honestidad. Asegúreles que no se pondrá a la defensiva o que cuestionará su evaluación. Tan sólo escuche, no responda.
Recuerde que nuestra santificación progresiva, esto es, despojarnos del pecado y vestirnos a la semejanza de Cristo, está cimentada en dos piedras fundamentales: la justicia de Cristo y el poder del Espíritu Santo. Siempre mire a Cristo y su perfecta justicia para saber dónde se encuentra usted, sabiendo que es aceptado ante Dios. Recuerde: si usted está unido a Cristo, el Señor lo ve envuelto en su justicia perfecta. Siempre acuda al Espíritu Santo para que lo capacite a enfrentar el pecado que hay en su vida y para producir en usted su fruto espiritual.

El mundo que nos rodea nos observa, aunque ridiculice nuestros valores y rechace nuestro mensaje. Quizá pensemos que los demás no perciben nuestros pecados sutiles, pero sí lo hacen. Reconocen nuestro orgullo, ira o critica. Piensan que somos gente “supersanta” o piensan que somos hipócritas, porque no practicamos lo que predicamos. Confrontar nuestros pecados “aceptables” en humildad y sinceridad puede ayudar mucho a erradicar esa imagen de nosotros. Finalmente, permítame insistir en las palabras de I Pedro 5:5 “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”

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